ORIENTACIÓN EMOCIONAL (SEGUNDA PARTE)
evolución. No obstante, la capacidad de tratar
adecuadamente las negociaciones y las resoluciones de dichos conflictos es
considerada una virtud.
4.5. Consideraciones
sobre la práctica:
La enseñanza explícita sobre las emociones debe
valorarse a la luz de la trayectoria evolutiva de las inteligencias (Gardner,
1995). Los estudiantes se benefician de la enseñanza explícita sólo en la
medida en que la información es apropiada a la edad. El reto está en discernir
los contenidos y las estrategias más apropiadas a cada nivel evolutivo.
Desgraciadamente, por lo que respecta a la educación emocional queda mucho por
hacer. En las líneas siguientes se exponen algunas aportaciones.
El role-playing es una técnica apropiada para la
adquisición de habilidades de inteligencia emocional. Se viene utilizando con
éxito en diversas situaciones educativas y de orientación psicopedagógica.
Es importante resaltar el papel de los padres en la
educación emocional de sus hijos. Los padres deben jugar un papel activo de
colaboración en la educación emocional. consciente o inconscientemente están
transmitiendo mensajes con una gran carga emotiva. Estas experiencias
emocionales se van interiorizando, pasando a formar parte del patrón habitual
de comportamiento del individuo. De esta manera se transmiten de una generación
a otra.
El fomento de las habilidades sociales de los
individuos podía considerarse otra alternativa de interés en la practica de la
educación emocional. Para prevenir, los estudiantes necesitan adquirir la
autoconciencia que les permita distinguir cuando una situación les hace sentir
mal mucho antes de que se inicie la conmoción. Esto implica no solo
autoconciencia, sino también autoconfianza y asertividad, es decir, habilidades
sociales y emocionales que les permitan afrontar los conflictos interpersonales
de forma más positiva.
Las estrategias más efectivas consisten en
combinaciones de procedimientos y temáticas. Los sistemas de programas
integrados, secuenciados a lo largo del currículum, van a suponer un reto de
cara al futuro.
Por otro lado, el profesorado que participa en la
educación emocional debe sentirse cómodo hablando de emociones. Esto exige una
formación previa. Con todo, cuando algún profesor no se siente capaz de
impartir ciertos conocimientos de educación emocional, el orientador
psicopedagógico puede ir a la clase a enseñarle in situ la forma
de hacerlo.
¿Cuándo hay que empezar? A la luz del desarrollo de
las emociones, que se inicia desde los primeros años de vida, es evidente que
la educación emocional debe iniciarse desde la educación infantil y prolongarse
hasta los cursos superiores. Los primeros cursos son un momento ideal puesto
que coinciden con el surgimiento de las primeras emociones fuertes
(inseguridad, miedo, celos, envidia) que exigen la comparación con otros
iguales. Las comparaciones que a veces hacen los niños a esas edades, sin
supervisión, pueden tener efectos imprevistos. Esto exige un tratamiento de
comparación apropiada.
¿Cuál podría ser la programación apropiada?, ¿qué
es lo que se debe enseñar en cada nivel académico? No hay evidencia que permita
establecer unos contenidos estables para cada edad, tal como pasa con las áreas
académicas ordinarias que ya llevan una larga tradición docente. Las
experiencias e investigaciones futuras podrán perfilarlo mejor. Pero en el
estado actual de la cuestión, cada centro, en función del contexto, podrá
proponer los contenidos que considere más apropiados para cada nivel, aunque
sea de forma provisional.
Goleman afirma que los programas de alfabetización
emocional mejoran el rendimiento académico y el comportamiento de los alumnos.
Este es un argumento de peso a favor de estas actividades.
4.6. Contextos de
intervención:
La educación emocional no tiene como contexto único
de intervención el sistema educativo, sino que se extiende a los medios
comunitarios y a las organizaciones.
Los contextos de intervención están en función del
proceso evolutivo del individuo. Se trata de una distinción centrada en el
orientado, no en el orientador. El orientado se encuentra en primer lugar en el
sistema educativo. La orientación en el sistema escolar atiende al individuo en
tanto que es alumno estudiante. A continuación sigue una fase de transición
recibe la ayuda que necesita de los medios comunitarios. Éstos atienden al
individuo en tanto que es un ciudadano. Posteriormente, al encontrarse en una organización
como empleado también puede necesitar algún tipo de educación emocional.
Precisamente es en las organizaciones donde se han aplicado en primer lugar los
programas para el desarrollo de la inteligencia emocional.
En el sistema educativo el destinatario último de
la educación emocional es el alumnado. Los agentes encargados de esa función
son los tutores, los profesores y la familia, los cuales deben haber recibido
una formación previa sobre el tema. Por tanto, la educación emocional se dirige
tanto al alumnado como al profesorado y a la familia. Y eso, no sólo para que
sean transmisores de los contenidos de educación emocional, sino porque también
lo van a necesitar para su propia estabilidad emocional. Hemos de tener
presente que la profesión de educador y el rol de padres son situaciones
expuestas a una alta tensión emocional constante.
Por lo que respecta a los medios comunitarios,
aparte del ciudadano habitual, conviene prestar atención particular a grupos de
riesgo: parados, marginados, drogadictos, presos, minorías... Esto supone
intervenir desde los servicios sociales.
En lo referente a las organizaciones, la propuesta
son los PAPE (Programas de Atención Personal al Empleado) que, promovidos desde
una perspectiva de Desarrollo de Recursos Humanos, pueden incluir contenidos
relativos a habilidades de vida, habilidades sociales, prevención del estrés,
solución de conflictos y, en definitiva, educación emocional.
5. DISEÑO Y EVALUACIÓN DE
PROGRAMAS DE
EDUCACIÓN EMOCIONAL :
Un programa es una experiencia de aprendizaje
planificada, producto de una identificación de necesidades, dirigida hacia unas
metas, fundamentada en planteamientos teóricos que den sentido y rigor a la
acción.
El modelo de programas surge como superación del
modelo de servicios. En el modelo de servicios se atiende a las necesidades a
medida que van surgiendo; pero sin que haya una planificación de la actuación
ni una previsión de por dónde puedan ir las demandas. De esta forma se
convierte en un ir resolviendo problemas a medida que van surgiendo. La
evidencia ha mostrado la insuficiencia de este modelo de intervención. Las
tendencias de la educación ponen de manifiesto la necesidad de intervenir por
programas, anticipándose a los problemas antes de que surjan. Este tipo de intervención
permite sistematizar y comprender la acción educativa. Es necesario que esta
modalidad de intervención se base en unos principios teóricos, en unos
objetivos y en unas normas de actuación que le den sentido. Se impone la
intervención por programas porque es el único modelo que asume los principios
de prevención, desarrollo e intervención social e implica a los diferentes
agentes educativos y de la comunidad.
La relevancia de esta actuación por programas se
puede concretar en los siguientes aspectos: a) se centra en las necesidades de
un colectivo; b) se estructura por objetivos a lo largo de un continuum temporal
y permite un seguimiento y evaluación de lo realizado; c) promueve la
participación activa de los sujetos.
La dificultad de este modelo se podría concretar
en: a) el escaso hábito de trabajar por programas; b) la preparación y
disponibilidad de los ejecutores del programa; c) el asesoramiento y
supervisión por parte de los especialistas y servicios educativos; d) la
disposición de recursos humanos y materiales para hacer efectivos dichos
programas.
5.1. Diseño de
programas de educación emocional:
En el proceso de diseño y desarrollo de un programa
debe distinguirse una serie de fases:
a) Análisis del contexto: Antes de diseñar un plan de
acción se ha de conocer el contexto donde se va a intervenir. Se debe efectuar
un análisis del contexto que permita adquirir la suficiente información sobre
el centro educativo donde se va a llevar a cabo el programa, el funcionamiento
de la institución y su entorno. Esta información se podría fijar en:
Contexto ambiental: Situación socio-económica y
cultural de las
familias, recursos de la comunidad, servicios
sociales, educativos y de orientación...
Estructura y organización
del centro:
Recursos con que cuenta, la
situación del profesorado (implicación, formación,
situación administrativa...), el clima del centro...
Formato del programa: Se puede considerar el programa
como un
curso que tenga la duración de un año lectivo, un
curso introductorio, curso intensivo, curso de acción tutorial... En cuanto a
los responsables de la ejecución, se ofrecen diferentes posibilidades: a) en el
diseño y la ejecución participa el profesorado de las áreas curriculares; b) el
diseño del programa corre a cargo del orientador y la ejecución la efectúa el
profesorado; c) en la elaboración y desarrollo participa el profesorado con el
asesoramiento del orientador.
Orientación y acción
tutorial: Si
existe orientador en el centro, ¿qué
tiempo dedica a la orientación?, ¿quiénes más están
implicados?, ¿qué tareas desempeñan?, ¿qué apoyo recibe la orientación por
parte del centro?
Actitud: Cuál es la actitud ante la
orientación por parte de los
usuarios y agentes del programa (expectativas,
participación, planificación de la acción tutorial...).
b) Identificación de
necesidades: El
objetivo fundamental del análisis del contexto es identificar las necesidades
que no quedan atendidas, darles prioridad y analizar si es o no necesaria la
intervención. Una necesidad es una discrepancia entre la situación actual y la
situación deseable. No se puede afrontar una intervención sistemática si no se
conoce la situación inicial y no se ha efectuado previamente un análisis del
contexto para identificar necesidades. El análisis de necesidades es todo un proceso
sistemático que se podría plasmar en una paulatina recogida de información y
opiniones a través de diferentes fuentes, con el fin de tomar decisiones sobre
lo que hay que hacer (propuesta de intervención). Es decir, hay una primera
fase de identificación de necesidades, una segunda fase de análisis de priorizacion y
una tercera fase de propuestas de intervención. Estas necesidades permitirán
explicitar las metas, objetivos del programa, los casos en los que se
intervendrá y los destinatarios. Las herramientas para la recogida de
información y posterior valoración pueden ser muy variadas: entrevistas,
cuestionarios, encuestas, grupo de discusión, escalas de valoración, examen de
registros y documentos...
c) Diseño del programa: Una vez se han identificado
las necesidades, se les ha dado prioridad y se han considerado las
potencialidades y competencias de los agentes de la intervención, se está en
situación de diseñar el plan de acción. Este plan de acción se puede concretar
en los siguientes aspectos:
Fundamentación del
programa: Se
refiere a los presupuestos
teóricos de base que sostiene el equipo que diseña
el programa, en relación con las metas y objetivos que se proponen.
Formulación de los
objetivos: Los
objetivos deberían formularse en
términos de competencias que deben adquirir los
destinatarios del programa para cada una de las áreas prioritarias, según el
curso y nivel educativo correspondiente. Estos objetivos han de ser formulados
de forma clara, concisa y operativa, para que permitan diseñar las estrategias
de acción y los criterios de actuación y evaluación.
Contenidos que se deben
desarrollar: Para
ello se seleccionan los
conocimientos, habilidades y actitudes que tienen
que desarrollar los usuarios de la intervención. Estos contenidos tendrán que
adecuarse en su estructura y secuenciación a la etapa madurativa y al nivel
educativo de dichos usuarios.
Selección de actividades
para desarrollar: El
número de actividades
planteadas para la consecución de cada objetivo
dependerá de los destinatarios y del tiempo de que se disponga para la
intervención. Es recomendable hacer una ficha técnica de cada actividad
seleccionada en la que se contemplen aspectos tales como los objetivos
propuestos, descripción de la actividad, destinatarios, técnicas y recursos que
se van a utilizar, duración y niveles de ejecución exigidos (criterios de
evaluación).
Recursos para el
desarrollo de las actividades: Aquí se deben
distinguir los recursos materiales de los recursos
humanos.
La temporalización de la
realización de las actividades: Se debe
hacer una temporalización lo más ajustada a la
realidad en que se va a llevar a cabo el programa, teniendo presente la
disponibilidad de los agentes de la intervención y de los recursos con que se
cuenta.
Destinatarios: Se delimitará a quién va
dirigido el programa con el
fin de adecuar los contenidos, las actividades y
las estrategias de intervención.
Criterios de evaluación
de cada objetivo: Deberán
definirse
previamente los indicadores de ejecución de cada
objetivo propuesto por parte de los usuarios una vez diseñadas las actividades
del programa y, a su vez, los distintos niveles de ejecución de cada indicador
(estándares).
Costes: Se debe prever el presupuesto
económico que comporta la
puesta en marcha del programa.
5.2. Evaluación en
educación emocional:
Los programas de educación emocional deben ser
evaluados. Esto implica evaluación del proceso y evaluación del producto. Tanto
para uno como para otro existen diversas técnicas y estrategias de medición y
evaluación. Dado que la evaluación es algo consustancial a la intervención se
ha de diseñar en el momento en el que se elabora el programa. En las líneas
siguientes se hace referencia a diversos aspectos relacionados con la medición
de las emociones. La intención es llamar la atención sobre la importancia de la
evaluación, pero al mismo tiempo tomar en consideración sus dificultades.
La problemática medición de las emociones:
Las emociones son subjetivas y,
por tanto, difíciles de medir. Teniendo en cuenta
que en toda medición hay que procurar asegurar la validez del instrumento y un
elevado coeficiente de fiabilidad y, dado que la medición de las emociones
dificulta la consecución de estos objetivos, es especialmente importante en
educación emocional partir de un modelo teórico de las emociones. Un modelo
teórico define el concepto, identifica sus principales elementos y especifica
las probables relaciones entre ellos. La medición, por tanto, supone asignar
números a los elementos clave del modelo. De acuerdo con la teoría
psicoevolucionista de Plutchik, para medir las emociones hay que medir cada uno
de sus componentes (fisiológico, comportamental y subjetivo) por separado.
Además, sería conveniente medir otros factores asociados como rasgos de
personalidad, estilos de enfrentamiento, defensas del yo...
La medida del componente fisiológico:
Las mediciones fisiológicas de las
emociones han tomado como indicadores diversas
características como la tasa cardiaca, temperatura de la piel, ritmo
respiratorio... A un nivel más sofisticado se han utilizado registros
electromiográficos. La electromiografía facial, que se realiza colocando
múltiples electrodos sobre diferentes músculos del rostro, permite analizar la
actividad que produce cada emoción en la cara. Otras variables
neurofisiológicas y neuroquímicas que condicionan de forma importante el mundo
de las emociones también pueden ser estudiadas a través de técnicas de
neuroimagen. Sin embargo, todo este instrumental se aleja bastante de la
práctica habitual de la educación emocional y la psicopedagogía.
La medida del componente conductual:
La medida del componente conductual
de las emociones está ligada a los estudios sobre
la expresión facial de la emoción iniciados por Charles Darwin en el siglo XIX.
y por el paradigma conductista del siglo XX. Entre las técnicas más utilizadas
actualmente en la medición del comportamiento emocional la más predominante es
la filmación en vídeo de expresiones para su análisis posterior a cámara lenta.
4. La
medida del componente cognitivo: Esta medida es totalmente subjetiva,
dado que se basa en la vivencia experimentada por el sujeto. William James ya
señaló que la verificación de la existencia de una emoción dependía del
autoinforme. Las escalas de autoinforme consisten generalmente en la evaluación
de dimensiones, como por ejemplo placer-displacer; también pueden ser adjetivos
que definen categorías de emociones (ira, alegría, tristeza). Estos
instrumentos han logrado una alta validez y fiabilidad en los últimos años,
aunque los resultados obtenidos deben ser utilizados con cautela y siempre
recordando la interferencia que provocan variables como la memoria, el
aprendizaje, el dominio del lenguaje, los pensamientos y creencias sobre las
emociones, el “sesgo de deseabilidad social”...
Por todo lo expuesto en estos puntos parece claro
que desde la práctica de la educación emocional, a lo que se puede aspirar es a
la medición cognitiva de las emociones. Esto supone utilizar los mencionados
autoinformes de forma estandarizada. Diversos autores han desarrollado escalas
de medida de emociones específicas. Entre las emociones que han sido más
medidas probablemente estén la ira y la ansiedad. Por otro lado, es importante
tener en cuenta que cada escala que se elabora se enmarca en un determinado enfoque
teórico.
Medición del bienestar subjetivo: La
medición de la felicidad o bienestar
subjetivo se ha venido realizando utilizando test,
autoinformes y escalas similares a las mencionadas en el punto anterior.
Medición de la inteligencia emocional:
A mediados de los noventa, cuando
surge el concepto de educación emocional, se
inician una serie de trabajos encaminados a la elaboración de instrumentos de
medida de ese constructo. El más importante instrumento es el conocido como CEE
(Cuestionario de Educación Emocional) del GROP (2000). Es de esperar que en un
futuro proliferen instrumentos en este sentido.
6. PROGRAMA DE EDUCACIÓN
EMOCIONAL PARA LA
ETAPA DE PRIMARIA:
Presentación del programa:
Objetivos: este programa de educación
socioemocional va dirigido tanto al
profesorado como a los alumnos y sus objetivos son:
Promover la reflexión entre el profesorado sobre la
propia práctica
docente y la propia construcción personal.
Aprender a gestionar las emociones de manera que
permitan
alcanzar más niveles de desarrollo y bienestar
personal y social.
Desarrollar el autoconocimiento, la autoestima y la
autonomía
personal para regular el propio comportamiento.
Desarrollar la capacidad de relacionarse con uno
mismo y con los
demás de manera satisfactoria para uno mismo y para
los demás.
Desarrollar la sensibilidad respecto a las
necesidades de los otros,
basándose en criterios de justicia.
Adquirir habilidades para comunicarse de manera
asertiva con los
demás y con uno mismo.
Proporcionar estrategias de resolución de
conflictos que puedan ser
útiles para generar respuestas efectivas ante
situaciones nuevas.
Tipología del alumnado: el programa está elaborado
pensando, en general,
en todo el alumnado de seis a once años. En
principio, parecería que un programa de educación socioemocional va dirigido a
aquellos niños problemáticos que interfieren en la buena marcha de la clase.
Sin embargo, es importante tener en cuenta a otro grupo de niños que resultan
ser más dóciles y que también guardan un importante conflicto emocional en su
interior (miedo, inseguridad, timidez, inferioridad, culpa, soledad…). Es por
esto que aprender a gestionar las emociones es necesario para todos y cada uno
de los niños de las edades mencionadas anteriormente.
Orientación metodológica: la metodología propuesta se
fundamenta en
diversos enfoques educativos: el enfoque
constructivista del proceso de enseñanza-aprendizaje, el modelo
sistémico y la orientación humanista. El enfoque
constructivista parte de la idea de un proceso de construcción personal a lo
largo de la vida y asume la idea de construcción de la persona con la
participación activa y la implicación personal del alumno en su proceso de
desarrollo y aprendizaje. Desde la perspectiva sistémica, uno de los ejes
centrales de la intervención es la habilidad de comunicación, basándose en el
hecho de que la comunicación gratificante es un poderoso mecanismo de cambio en
las conductas interpersonales. El enfoque humanista, por su parte, propone la
creación de contextos y actividades que ayuden al alumnado a pensar y descubrir
los propios valores.
Organización general: el programa se estructura en
cuatro bloques
temáticos: autoestima, gestión de emociones y
sentimientos, empatía y resolución positiva de conflictos. Cada bloque tiene un
apartado teórico dirigido al profesorado a fin de que éste conozca unas bases
sobre el tema y para promover la reflexión sobre la propia práctica educativa,
y un segundo apartado práctico con propuestas concretas de intervención
presentadas en forma de actividades lúdicas, así como de recursos apropiados.
Evaluación: para medir los efectos del
programa se propone registrar las
conductas al principio y al final de un ciclo en
una adaptación de Teacher Chile Rating Scale, de Higtower (1986) (consultar
anexo 1 para revisión de tablas). El registro será efectuado con números del 1
al 5, según la severidad del comportamiento registrado. Así, 1 querrá decir
“sin problemas” y 5 “problemas muy graves”. Este registro nos informa de las
conductas iniciales, los cambios que se producen después de haber trabajado el
programa durante el curso y del mantenimiento de los cambios en los siguientes
cursos (en caso de realizar el registro en dichos siguientes cursos). La
información que obtenemos es a nivel individual y de grupo, ya que nos permite
apreciar cuáles son los aspectos en que cada niño presenta más problemas y
cuáles son los aspectos conductuales problemáticos que más abundan en la clase,
lo que nos permite planificar intervenciones. El registro no ha de utilizarse
para etiquetar a nadie, ni para confirmar expectativas negativas, sino que ha
de ser el punto de partida para realizar análisis descriptivos de los posibles
problemas, planificando la mejora de la acción educativa.
2. Programa
propiamente dicho:
AUTOESTIMA
Apartado teórico:
La autoestima es una necesidad humana fundamental,
es el factor que hace
madurar personalmente y que prepara para la acción,
influyendo en la manera de desarrollar y estructurar la personalidad. Además,
la autoestima tiene unos efectos muy profundos sobre la motivación y la
conducta, así como de fundamentar la actitud ante uno mismo y predisponer a la
persona a adoptar diferentes posturas para afrontar los problemas.
La autoestima es la evaluación que cada uno hace
del concepto que tiene de
sí mismo. El autoconcepto es la percepción que
tenemos de nuestras propias habilidades, características y cualidades. La
autoestima está basada en la combinación de la percepción y el ideal de uno
mismo. Si existe una gran discrepancia entre la percepción de uno mismo y el yo
ideal se pueden producir importantes desajustes en la autoestima.
Podemos señalar cinco áreas en las que, en general,
los niños tienden a valorarse: autoestima global, imagen académica, imagen
corporal, imagen familiar e imagen social.
El desarrollo de la autoestima es una realidad
dinámica que se modifica con la experiencia, integrando nueva información
constantemente. La información que se recibe de las personas cercanas actúa
como un espejo (yo me veo a mí mismo a través de ti). Por otro lado, en el
desarrollo de la autoestima intervienen las siguientes condiciones: la
vinculación (entendida como sentimiento de participación y de pertenencia), la
singularidad (la aceptación de la identidad personal y única de cada uno), la competencia
(relacionada con las aspiraciones y con el éxito del dominio del mundo que nos
rodea) y la disposición de modelos (contar con personas con las que poder
contrastar unos valores y unas normas que den sentido a nuestra actuación). Un
vacío en una o en varias de dichas condiciones también puede provocar un
desajuste en la autoestima.
Aquellas personas que conocen y aceptan sus
capacidades y sus limitaciones, sus virtudes y sus defectos, y que adoptan una
postura crítica pero constructiva consigo mismas poseen un buen nivel de
autoestima, lo cual les permite gozar de confianza en sí mismas y en los otros,
ser decididas, positivas y convenientemente asertivas. Sin embargo, aquellas
personas que muestran una baja autoestima son especialmente sensibles a la
información negativa que les llega sobre ellas y prescinden de la positiva
(esto, muchas veces, se expresa en forma de distorsiones cognitivas), tienen
tendencia a ignorar sus posibilidades y se centran en las propias debilidades.
Debido a que estas personas no confían en sí mismas, tampoco suelen hacerlo en
los demás, reaccionando con actitudes defensivas, de retirada, de negación de
la baja autoestima e, incluso, agresivas. Además de esto, la baja autoestima
está íntimamente relacionada con la depresión.
Objetivos y
procedimientos:
Los objetivos de este programa para aumentar y
mantener la autoestima
son: promover el autoconocimiento, desarrollar un
autoconcepto positivo y crear vinculación con la escuela, los maestros y los
compañeros. Y como procedimientos básicos tenemos los siguientes: estimular el
reconocimiento de las cualidades positivas, conocer y fomentar el lenguaje
interno positivo, marcar metas realistas y positivas, aumentar el sentimiento
de eficacia y adquirir competencias.
Para llevar a cabo estos objetivos y procedimientos
es imprescindible hacer referencia a dos elementos fundamentales: el
profesorado y la familia.
El papel del profesorado
en la formación de la autoestima: Con
frecuencia, en vez de poner medios necesarios para
arreglar los déficits, los educadores anuncian las carencias de los alumnos
como si el simple hecho de hacerlo pudiera arreglar el problema. los reproches
no resuelven nada; todo lo contrario: con ellos sólo lograremos convencer al
niño de su incapacidad, en vez de enseñarle a superarla. Un maestro
sensibilizado ha de ser capaz de reconocer cómo se ve cada alumno a sí mismo y
por qué, debe hablar con los niños y las niñas acerca de cómo son, ayudándoles
a verse con objetividad, y de cómo querrían ser y qué deben hacer para
conseguirlo (mediante la aportación de estrategias de cambio, establecimiento
de metas realistas, positivas y coherentes). Asimismo, el profesor, en caso de
notar algún indicio de que se está produciendo un cambio, debe comunicárselo al
alumno, de forma que se incremente su autoconcepto y, en consecuencia, su
motivación.
Participación familiar: Hay que conseguir que la
familia conozca el
modo como se trabaja en la escuela en la línea de
conseguir que los niños adquieran una autoimagen positiva. Es importante
conocer el trato que se les da a los niños en casa, ya que este hecho puede
explicar muchas de las conductas que percibimos en la escuela, si bien es
cierto que no existen patrones familiares comunes a todos los niños con baja o
alta autoestima. Entre las cosas que se espera de la familia en lo que se
refiere a la potenciación de una buena autoestima en sus hijos podemos destacar
las siguientes:
Aceptar al hijo tal y como es.
Valorar las características diferenciales que hacen
de su hijo un ser único.
Definir normas de conducta y de convivencia claras
(negociables).
Establecer expectativas altas pero realistas.
Tratar siempre al
niño con respeto y darle a entender que respetamos sus sentimientos y
preferencias.
Guiar a los hijos en el establecimiento de sus
propios objetivos.
Escuchar y estar atento a los problemas planteados
por los niños.
Controlar el juicio negativo.
Reforzar los comportamientos positivos.
Evitar conductas sobreprotectoras y fomentar la
autonomía.
Procurar a los niños buenos modelos.
Invertir tiempo para realizar actividades con
ellos.
Hablarles de igual a igual.
Implicar a los hijos en el propio crecimiento
personal.
Compartir con ellos las responsabilidades
domésticas.
Propuestas metodológicas:
1. Detección
y mejora de déficits en la autoestima:
A continuación se citan una serie de conductas que
nos pueden ayudar a detectar señales de falta de autoestima, junto con diversos
modos de intervención ante dichas conductas:
- Conductas que denotan déficit de vinculación con los maestros y
los compañeros (aporta poca comunicación,
nunca se ofrece para colaborar, comportamiento pasivo a agresivo…).
Intervención:
Promover sentimientos de seguridad, confianza y
aceptación
mutuas con el profesorado.
Mostrar que estamos con ellos mediante el
acercamiento físico y el contacto ocular.
Ponerles buena cara, sonreír, guiñarles un ojo…
No juzgarles.
Detectar y elogiar cada comportamiento positivo.
Promover el trabajo cooperativo.
- Conductas que denotan
déficit de autoaceptación (no aportan nunca
ideas, hacen siempre lo que los otros dicen…). Intervención:
Animar a expresar ideas.
Dar retroalimentación siempre que sea posible.
Procurar que los elogios sean más privados que
públicos.
Elevar el nivel de aspiraciones.
Dar tiempo para que se exprese.
Procurar que nunca quede en ridículo o se
avergüence.
- Conductas que denotan
poca capacidad de actuar (torpeza, poca
iniciativa, no acepta nunca retos, se desanima ante
tareas difíciles, en el proceso de aprendizaje lo pasa mal…). Intervención:
Dar oportunidades al niño de poner a prueba sus
capacidades y
animarle a que explore en su repertorio conductual
y que arriesgue.
Dar oportunidades de tomar decisiones.
Tener responsabilidades.
Participar en la planificación de los trabajos y de
las normas.
Asegurar que el niño tenga problemas para resolver
y ayudarle a resolverlos.
Solicitarle que ayude a alguien (por poco que
pueda).
- Conductas que denotan
déficit en modelos y pautas, tanto externa
como internamente (le cuesta seguir normas,
no se interesa por el trabajo, pasa de una actividad a otra sin acabar ninguna,
es descuidado y desorganizado…). Intervención:
Ayudar a elaborar valores y normas, y pedir
autodisciplina en su seguimiento.
Ayudar a establecer objetivos alcanzables a corto
plazo.
Prever situaciones y ayudar a definir la conducta
que tendrá.
Ayudar a entender la relación causa/efecto.
No le haremos sentir culpable de sus déficits.
2. Actividades:
2.1. El protagonista del
día: Los
objetivos de esta actividad son promover el autoconocimiento, promover la
autovaloración positiva, reforzar las cualidades positivas y reforzar el
reconocimiento mutuo.
- Desarrollo
de la actividad: Se suele llevar a cabo tres veces por semana, de forma
que todos los alumnos del grupo tengan la posibilidad de ser el protagonista
del día. Para llevar a cabo la actividad debemos disponer de dos
cajas; en una se introducirán los nombres de todo el grupo y en la otra se irán
introduciendo aquellos nombres que ya hayan salido como protagonistas
del día. La primera vez que se haga la actividad, el profesor extraerá
un nombre de la primera caja y esa persona será el protagonista del día. El
protagonista tendrá ese día más papel en la clase, ayudando, repartiendo, dando
la palabra. A mitad de la sesión, el protagonista se pondrá ante la clase e irá
recibiendo cumplidos por parte de sus compañeros, a los cuales dará las
gracias. Los cumplidos deben ir precedidos por el nombre del protagonista
(“Javi, eres muy majo”). Además, el profesor debe ir apuntando todos los
cumplidos, hoja de la que después se hará una copia para que el niño la lleve a
casa y se la enseñe a su familia. La otra hoja se cuelga en clase, en el
“rincón del protagonista del día”. Antes de acabar la sesión el protagonista
deposita su nombre en la caja vacía, saca otro nombre de la otra caja y dice
quién será el protagonista del próximo día.
2.2. Nos podemos tocar
sin hostilidad: los
objetivos de esta actividad son, por un lado, proporcionar sentimientos de
pertenencia y vinculación, y por el otro lado, dar otra dimensión al contacto
físico que no sea la de agresión (muchos niños con una pobre vinculación con su
entorno comparten la característica de evitar el contacto físico porque lo
entienden como una agresión).
- Desarrollo
de la actividad: Los niños y las niñas pasean por la clase (en la que se
han retirado mesas y sillas) mientras escuchan música. En un momento dado la
música se para y cada niño ha de dar un abrazo al compañero que tiene más
cerca. La música vuelve a sonar y los compañeros, aun cogidos, siguen paseando.
Cuando vuelve a parar la música, cada pareja se ha de abrazar a la pareja más
cercana. Ahora paseará un grupo de cuatro niños y cuando la música pare de
nuevo se tendrán que añadir otro cuatro. Y así sucesivamente hasta que todo el
grupo esté abrazado formando una piña.
2.3. Hagamos lenguaje
interno positivo: Los
objetivos de esta actividad son practicar la autoverbalización positiva, formar
patrones de pensamiento positivo, aprender a autorreforzarse y utilizar el
lenguaje interno para desarrollar un autoconcepto positivo.
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